La escritura como terapia frente al estrés

Como una nube negra que amenaza con opacarnos, la negatividad se asoma constantemente debido al escenario pandémico actual que vivimos.

La incertidumbre puede acrecentar la sensación de estrés, ansiedad y angustia. Y aunque todo esto es entendible, necesitamos ser capaces de traer luz que combata esta nube oscura. Necesitamos habitar en la calma, dentro de nuestras posibilidades, por cierto.

¿Y cómo podemos reducir el estrés? De muchas formas, pues a cada persona le afecta de manera distinta. Pero en esta ocasión quisiera hablar de la escritura como un método de terapia.

La televisión, las redes sociales, la radio, lo que dice el vecino, lo que dice el vídeo reenviado por WhatsApp; todo nos habla. Mucho ruido. Escuchamos de todo. De todo menos dentro nuestro. Porque nos han enseñado a vivir en desconexión con nuestra interioridad. Y esto acentúa más la angustia, la ansiedad y el estrés.

¿Cómo llegamos a escucharnos verdaderamente?

Propongo como solución: escribir. La escritura como un camino a esa interioridad desatendida.

Por supuesto que, para esto, existen la meditación y la respiración; pero a veces cuesta acallar nuestra mente. Entonces, más fácil puede ser intentar, primero, vaciarla a través del lápiz.

Para esto necesitamos estar en un lugar y momento tranquilo, sin distracciones.

Ahora bien, entre todos los métodos que existen de escritura como terapia, me ha parecido que para iniciar y llegar a comprender lo que pasa en nuestro interior, podemos empezar con tres métodos:

La escritura automática:

Consiste en volcar en el papel todo lo que se nos pase por la cabeza. Sin borrar y sin auto editarse. Diciéndolo vulgarmente, es vomitar los pensamientos sin ninguna pretensión. El resultado no será una novela, por supuesto. Pero vamos a poder decir y leer eso que a diario estamos filtrando porque nos han dicho desde siempre que no es útil.

Para guiar el ejercicio y facilitarlo en caso de que la libertad de escribir sin rumbo se vuelva un tanto agobiante, podemos tomar un tema central y en torno a este realizar la escritura automática. No importa si te desvías, la gracia es dejar el pensamiento lógico atrás.

Modelo esquemático:

Si queremos apegarnos a una estructura lógica, podemos utilizar esta otra opción.

Primero escribimos de forma concreta un suceso que nos cause un conflicto. Luego, los pensamientos que ese suceso despierta.

En tercer lugar, los sentimientos que afloran a causa de dicho acontecimiento y finalmente, hacemos un listado de consecuencias de aquel conflicto.

Con este ejercicio se pretende diferenciar lo que sentimos y lo que pensamos respecto, entendiendo el sentir y el pensar como cosas distintas. Además, nos puede traer claridad al problema en cuestión para verlo con perspectiva.

Escribir en terca persona:

No hay un patrón definido en este punto. Se pueden escribir pensamientos, sentimientos, hechos, relatos, anécdotas, etc. Algo que te esté afectando personalmente. La única regla es plantearlo en tercera persona. Al igual que el método anterior, permite cierta distancia y perspectiva con el problema que te aqueja. Pero el gran beneficio, en este caso, más que la escritura en sí es la lectura posterior.

Leernos, pasado unos días, nos va a permitir entendernos de otra manera. A veces las personas son expertas en aconsejar a su círculo social, pero se ven incapaces de auto direccionarse sabiamente. Leernos como si fuésemos alguien más, permitirá aconsejarnos como si fuéramos alguien más.

Estas son tres opciones para liberar ese ruido interno, para soltar y calmar. Una de las cosas más beneficiosas de la escritura, si se realiza con constancia,  es que nos permite entendernos y prestarnos atención; y eso siempre es bueno.

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