En su primera temporada, «Muertos para mí» nos relata la historia de una mujer que acaba de enviudar y se le presentan una serie de sucesos fuera de su control.
La serie protagonizada por Jen (Christina Applegate) tiene los necesarios plop twist para mantenerte hasta el final. Esta mujer, tiene problemas de ira y se ve enfrentada a la muerte por atropello y sin culpable de su marido, Ted. Va a sesiones en un grupo de apoyo y ahí conoce a Judy (Linda Cardellini), que cuenta que su novio murió recientemente.
¿Qué hace a esta serie tan atractiva? La culpa.
Todos los personajes sienten culpa por algo que hicieron o dijeron. Y como dijo Roberto Gómez Bolaños: El sentimiento de culpa. Ese que con cierto masoquismo hace que uno se considere como único responsable de lo acontecido, cuando la realidad señala que siempre hay que compartir la culpa.
Con una trama, en la que cada uno de los personajes cree ser culpable de la muerte de Ted, nada puede salir mal. Los chistes son graciosos y ver a la dupla de Applegate y Cardellini, nos regresa a los años noventa cuando las conocimos, por lo que automáticamente estamos encariñados con estos personajes.
Cumple con el Test de Bechdel y deja en claro, el importante rol de la mujer en la vida cotidiana, sobretodo el de las madres, sin llegar a ser melosa.
El final de la primera temporada nos deja con una gran interrogante y necesidad de más.
La policía sigue investigando, sobretodo alrededor de Jen y Judy, y por si fuera poco, llega a la ciudad alguien inesperado que les pondrá la vida en un mayor desorden mental y emocional.
Las situaciones a las que se enfrentan son dramáticas, pero los diálogos e interpretación merecen una ovación de pie. Hablan rápido y terminan la frase de la otra, tan bien escritas que te recuerdan a las habladoras más rápidas de las series, como las Chicas Gillmore. Todo esto completa la serie al punto de revelarnos la trama que más nos importa: las relaciones personales.
Vale toda la pena darle una maratón a esta serie exclusivamente en Netflix.
